Duelo de Amistades
Alex reflexiona sobre uno de los duelos de los que casi no se habla: cuando se rompe una amistad.
Por Alex Orué.
Mis amistades son parte de mi familia. Pero como con la familia de sangre, la elegida puede reconfigurarse por diversos motivos, y en la última década ésta ha sido una lección particularmente dura.
Considero que soy de relaciones largas. Y pese a que tengo una mentalidad de “un día a la vez”, por la gente que tengo cerca me ocupo de estar presente. Y es eso lo que es todo un arte, hacernos presentes, porque aunque tu quieras estar ahí, si del otro lado de la relación no te alcanzan a la mitad del camino, terminas cargando responsabilidades que no te tocan, con culpas injustas, y terminas siendo el villano.
Nadie es el villano en su propia historia.
Escribo este blog con varios nombres en mente. Nombres de personas que en su momento fueron de toda mi confianza. Sin reservas. Me inspiraban eso, y por un tiempo fueron personas que pensaba que se ganaban esa confianza. Hoy, aunque en mi corazón tienen un lugar por lo que fueron, son ahora motivo de duelos que van y vienen. Vaya que el duelo nunca es lineal.
Y como con todo, siempre hay más de una versión de la historia. Seguro yo soy le villane en la suya. Yo no les veo así, pero no porque no haya pasado por momentos de enojo por lo que habrá sucedido entre nosotres, si no porque tengo más preguntas que respuestas. Pero como lo he tenido que aprender, a veces no cuentas con el beneficio de la duda ni mucho menos el lujo de tener un “cierre”.
A veces creces y dejas de coincidir. Y eso está bien. A veces pasas por cosas fuertes y la gente que alguna vez camino contigo no puede o no quiere acompañarte más. Y eso también está bien, pero duele.
Duele no saber, duele quedarte con las dudas. Duele no saber cómo retomar el hilo. Duele ver que no puedes o no pueden seguir por el mismo camino.
La vida también tiene maneras de acomodar las piezas. Cuando crees que jamás cruzarán caminos, terminan en la misma fila esperando abordar el mismo vuelo. Cuando crees que la amistad se secó porque la otra persona se distanció, te llegan indirectas que reflejan que elles creen lo mismo de ti. Cuando crees que esos vacíos que dejan serán difícilmente ocupados, llegan personas maravillosas que elevan la barra de las amistades (como dice mi hermana Perry). Todo se acomoda.
Y espero que también de su lado sea así. Que pese a los duelos, y posibles asuntos sin resolver, en aras de lo que fue, nos sigamos deseando lo mejor. Seguramente habrá mucho que no veo de lo que estuvo en mis manos que pude haber hecho mejor, en donde pude haber sido un mejor amigo, y viceversa, pero para mí el dejar ir y “perdonar” implica aceptar que no podemos cambiar lo que pasó, y que todo está en si queremos reparar, aunque eso no necesariamente implique que la amistad se retome.
Y al mismo tiempo no creo que al menos de mi lado haya ese deseo de retomar algo. Porque a pesar de que duele la ausencia y el no saber muchas cosas, es más difícil para mí olvidar lo mucho que confíe, lo mucho que traté de estar, y que, en gran medida por mi incapacidad de pedir ayuda, no sentí que recibiera lo que yo ofrecía. Su ausencia dolía mucho antes de que la amistad terminara.
Lo que me confiaron, conmigo morirá. Yo sé que no es así del otro lado, porque une se entera de las cosas. Y ni modo. No me negaré a confiar de la misma forma en quienes hoy están en mi vida.
Si nos volvemos a cruzar, les miraré a los ojos, aunque no prometo una sonrisa.
Si nos volvemos a cruzar, espero verles bien.
Perdiendo también se aprende a valorar. Lo que tienes, lo que tuviste, y lo que no quisieras tener.
Hoy valoro a la familia electa que está en mi vida y lo ha estado desde hace años. Y me ocupo de hacerme presente con elles, sabiendo que no soy la única persona buscando encontrarnos a mitad de camino.